jueves, 27 de noviembre de 2014



                                        LA VELA



Anochecía cuando seducida por la negrura de aquellas nubes que claramente clamaban tormenta, decidió prender una vela y refugiarse bajo el cálido abrazo de su llama. Apartando la cerilla ya quemada, pensó en lo mucho que le echaba de menos. Ignoraba si ahora él estaría, tal vez, conduciendo de vuelta a casa bajo aquel manto amenazador. O quizás habría decidido salir a comprar algo, qué más da! Ella estaba allí, sola, añorándole... El resplandor de aquella vela le recordaba la suavidad de su piel, su olor inconfundible, su ternura... Y las veces que la sorprendía sujetándola fuertemente por la espalda y besándola en momentos en que no se lo esperaba... Le encantaba que la pillara por sorpresa... Y meciendo estos pensamientos empezó a acariciar la vela a la vez que con voz muy suave le decía: te quiero, estoy aquí y aquí seguiré, como tu estás y estarás.
Estaba tan absorta concentrada en la vela, que no advirtió la enorme tormenta que caía. De repente se fue la luz. El brillo de la pequeña llama era lo único que alumbraba ahora el salón. Fue a correr las cortinas. De vuelta decidió estirarse hasta que volviera la luz. Ya en el sofá y sin poder apartar la vista de la llama, una misteriosa mano sobre su hombro, la hizo saltar y gritar asustada.
- Cariño, soy yo...

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